Lugares que he visitado (y que quiero visitar)

1.6.07

32 de mayo

Perdido en la traducción de un idioma que hablo pero no comprendo.

La quietud, el tiempo, la relajación. Términos que no formaban parte de mi acervo habitual desde hace meses. Tengo una reunión muy importante en este momento, la más importante en mucho tiempo. Por favor, que no me moleste nadie, estoy reunido... conmigo.

Medio año, seis meses, 182 días. Ese es el tiempo que llevo viviendo de manera independiente, en el que mi vida se ha convertido en responsabilidad mía y de nadie más. Tiempo en el que he permanecido solo en este enorme repositorio de seres anónimos, adormecidos, algunos ciertamente bellos e interesantes, pero entre cada uno de los cuales existe un abismo, el abismo que forma el que cada mente este separada de las demás.

Me he montado muchas veces en metro, pero ahora sé qué significa ser uno más de los que viajan en él. Ahora sé lo que significa caminar ese corto trayecto hasta la fábrica de alienígenas y de comida en la que unos venticinco millones de almas sólo en este país se insertan cada día. Se insertan. Medio año, en el que he podido construir, pero he decidido no hacerlo todavía. He preferido observar, aprender, absorber, captar, aprehender, respirar, escuchar, caminar.
Prefiero no construir porque todavía yo no tengo mis cimientos asentados, porque quiero que fragüen correctamente y porque quiero que este edificio sea sólido. Posiblemente en esta corta andadura he destruído, pero cuando el edificio sale torcido, es necesario empezar desde cero.

Cada mañana pienso esto y millones de cosas más durante los veinte minutos que me separan de ese lugar en donde me inserto durante la mayor parte del día. Pienso eso y muchas cosas más. Pienso en lo delicado que es el equilibrio, en lo frágil que es mi existencia, en lo efímero de la felicidad, cuando se tiene. En cómo la vida me pone a prueba cada día y, sobre todo, en cómo le contesto a la vida. El tiempo pasa. Las estaciones pasan. Correspondencia con...

Miedo a la soledad. No, no es eso. Miedo a la comodidad. Sí, quizás sea eso. Miedo a asomarme a cualquiera de los otros mundos que me rodean todos los días. Mundos en donde se habla idiomas que hablo, pero no comprendo. Mundos en los que yo no vivo, ni viviré nunca.

Quiero acercarme a tus labios, que es la entrada a tu mundo. Quiero cerrar mis ojos al mismo tiempo que tú. Quiero que, en ese lapso de tiempo, nuestras respiraciones duren lo mismo. Y quiero que los dos, al abrir los ojos al unísono, ya nos estemos mirando.

Sé que es pedir mucho.