Así durante todo el día. Todo se agrietea y se banaliza. Las distancias interpersonales no hacen sino crecer y empiezo a preguntarme si el problema no estará en mí. Todavía lo dudo, no sé qué ocurrirá mañana.
Quisiera acercarme a ti, sí a ti, que lees mis pensamientos. Rodear con mis brazos tu cintura y colocar mis ojos frente a los tuyos, de manera que sólo una estrecha columna de aire los separe. Quiero que seamos la fuente de señal de este mundo, quiero que nuestro entusiasmo se oiga. Quiero, al fin, besar tus labios y que todo explote. Quiero que tú y yo nos paseemos solos por una ciudad en la que sólo estemos nosotros. En la que puedan seguir existiendo autómatas por doquier, pero eso ya no nos importe. Quiero facilitar las cosas, acercarte al sol. Calentar tu sangre. Mirarte dentro y pasearme por tu mente. Saludar a tus neuronas y abrazarme a tus venas. Quiero hablarte desde dentro y que me escuches. Quiero ser tuyo desde tu interior.
Mañana será otro día de mañana fría. Mañana estaré lejos, en una esquina del paralelepípedo inmenso, vacío, silencioso, con el que se puede representar el mundo. Sentado en una esquina, leyendo un libro. Ajeno a la vacuidad que otrora me angustiara y ahora me rodea. Disfrutando hoy de ella y de la idea que tengo de ti, pues esa es la sola cosa que tengo.
No enciendas la luz todavía, por favor. Quiero seguir soñando. Quiero seguir volando. Contigo.
